Soy Luis Miguel Fernández, profesor de Hatha Yoga y meditación con más de dos décadas explorando cómo vivir de manera más consciente y auténtica.
Ya desde la adolescencia temprana había tenido momentos de introspección y lucidez que despertaron en mí la curiosidad. Con 12 o 13 años, encontraba paz al estar solo. Recuerdo que ya entonces un familiar me comentó: “seguramente te gustarían el Tai Chi y cosas así”.
A los 20, viviendo y trabajando en Holanda, tuve un momento de claridad que me marcó, y comprendí que quería que mi vida girase en torno a las prácticas meditativas y al cuidado del cuerpo como templo. Esa intuición se convirtió en brújula.
Aprende Conmigo
Desde los 23 años mi práctica se volvió regular, aprendiendo con maestros de Hatha Yoga y, sobre todo, profundizando en Zazen junto a uno de mis profesores, ordenado bodhisattva en el linaje Soto Zen. Descubrí, entre tropiezo y tropiezo, que había momentos en los que el aquí y ahora completo era posible.
Con los años, estas prácticas me han dado lo que no creía posible: la capacidad de encontrar calma en medio de las situaciones más complicadas, de apreciar los pequeños milagros que ocurren cada día, de estar realmente presente con mis tres hijos y mis amigos…
En mis clases intento transmitir esa presencia y cercanía. No hay mantras, discursos solemnes ni saludos exóticos. Prefiero explicar lo que me ha servido a mí, y animar a cada persona a encontrar su propio camino interior.
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Una de las cosas que más me animó a transmitir estas enseñanzas fue escuchar, al terminar mi primera clase de Hatha Yoga como instructor, a una profesora veterana decir: “hay gente que ha nacido con esto”. Yo no sé si nací con ello, pero sí que, con los años, he aprendido a enseñar desde un lugar muy personal: con seriedad, pero también con cercanía y sin imposturas.
Hoy mi visión espiritual es abierta: tengo la mía, pero puedo escuchar las de otros y compartir sin dogmas. Lo único que sé con certeza es que si alguien se esfuerza en practicar con constancia, acabará descubriendo algo profundo en sí mismo, y me satisface enormemente acompañar ese proceso.


